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El paso de las nubes, Hai Van Pass
Por sorpresa
Se reconocer una buena melodia en cuanto la oigo sonar. Y cuando aquel grupito de jovenes ingleses en su viaje de año sabatico nos comentaron, sentados junto al fuego en las montañas de Sa Pa, cercanos a la frontera con China, que se podia realizar en moto una travesia por un puerto entre Hue y Hoi An que luce a orillas del mar y con un servicio de transporte que nos llevara las maletas de una ciudad a otra, a mi me sono a gloria y me quedé con la partitura en la cabeza.
Deshecho este encuentro casual regado con un vino de arroz casero que mataba muy rapidamente, continuamos viaje hacia el sur en varias etapas.
En Hue
Nada mas amanecer en Hue fuimos buscando posibilidades de hacer realidad la ruta del Hay Van Pass, definido en su dia por los presentadores del Top Gear como una de las mejores carreteras costeras del mundo. Vimos varias ofertas, casi todas estandar en el precio e igual de sospechosas. Finalmente lo arreglamos con nuestro hotel Grace Hotel Hue (muy satisfactoria la estancia), 25$ por un dia completo con la gasolina corriendo por nuestra cuenta y el transporte del equipaje siendo tarea suya.
Al dia siguiente se presento a primera hora en el hotel una señora mayor con una Yamaha Nouvo, monocilindrica de 115 cc y 9cvs. Un scooter estandar, tan abundante en las carreteras que tal parece que las regalan en este pais. En una mochila que llevaremos colgada del manillar llevamos nuestras mas preciadas pertenencias y el resto lo confiamos a la bondad vietnamita en la creencia de que llegará por alguna extraña manera a Hoi An.
Para orientarnos y poder salir de Hue nos facilitan un sencillo mapa dibujado a mano que podria formar parte de un libro infantil y una tarjeta del hotel por si hubiera problemas.
Nos facilitan tambien dos cascos de marca desconocida, talla unica y el mismo nivel de proteccion que una lata de conservas. Con eso tenemos que sobrevivir todo el dia entre trafico hostil.
Con algo de miedo pero tambien con ganas nos ponemos en marcha. Sorteamos los baches del callejon del hotel y salimos a una de las avenidas principales de la ciudad, sumergiendonos en la ingente marea de motos que circulan, desatadas, por la calle. Son como un enjambre de abejas furiosas, como un cardumen de peces huyendo alocados y nosotros, con mas miedo que vergüenza pasamos a formar parte de toda esta demencia.
La primera visita del dia será a las Tumbas Reales de Hue. La primera está cerrada, la segunda, con el mapa de mierda que llevamos no conseguimos encontrarla y en ese momento yo ya estoy con la mosca detrás de la oreja porque la moto parece sufrir muchos achaques. La rueda trasera suena como si algo rozara constantemente y no frena absolutamente nada. Quizas es que vaya frenada porque tampoco corre mucho. Llamo al hotel y de nuevo nos encontramos alli para que nos den otra moto. Sin discusiones ni problemas, al estilo vietnamita.
Lo mas triste fue darnos cuenta al final del dia que seguramente la primera moto fuera la buena.
En ruta
Volvemos a lanzarnos a la locura circulatoria del pais. Desconozco si en Vietnam hay codigo de circulacion. Si lo hubiera los naturales del pais lo desconocen por completo. O lo ignoran en su totalidad, con lo que la unica ley que se observa en la carretera es la ley del más fuerte. Y ahí salimos perdiendo con diferencia. Así que con mil ojos nos sumergimos en la aventura.
La escasa seguridad de las avenidas de la ciudad se torna en una larga cinta de asfalto rodeada de casas bajas a ambos lados, casas que son tiendas, talleres y vivienda a la vez y que cubriran la mayor parte del camino. Los primeros kilometros se hacen largos, el paisaje es árido, con muchas obras y polvo y poco mas que basura y chamizos a ambos lados de la carretera.
En ruta nos toca apartarnos del camino varias veces por adelantamientos indebidos de autocares, camiones y todo tipo de coches. Es una sensacion desagradable ver como toda una mole de metal se posiciona en tu carril y somos nosotros los que tenemos que tirarnos al arcen, pese a saber que estamos circulando correctamente y llevamos una camiseta naranja fuerte para que se nos identifique. Nos acercamos con precaucion extrema rayante en paranoia a los cruce sabiendo que los que tienen que parar en cualquier caso somos nosotros, ya que los demas nunca lo harán.
Quizas sea peor ir detrás de los camiones. Nunca pensé que echaria de menos un atraco organizado como el de la ITV pero sin embargo, aqui hace falta mas de una y mucha mano dura porque estos decrepitos saurios que se arrastran por el pais vomitan humo y hollin de consistencia solida como si fueran trenes de vapor. Y a la moto, escasa de garbo y parca en potencia, le cuesta adelantarlos. Afortunadamente los mas achacosos, que se arrastran pateticolamentablemente por la carretera, los dejamos atras con relativa sencillez.
Comienza el show
Tras un rato largo de ruta a velocidad moderada, la que da la moto sin reventar, entramos en un pueblo que parece algo más turistico. Hay unos cuantos resorts turisticos al estilo del caribe, entradas con arco, villas lujosas y hoteles todo incluido, pero todo parece semidesierto. Detras de todo ello sabemos que deberia estar la playa de Lang Co, según para quien una de las mejores del mundo, asi que cuando vemos un camino de tierra nos metemos por el para intentar llegar a la playa. El camino resulta ser la entrada de obra de una urbanizacion a medio construir o a medio abandonar. No esta finalizada pero no hay nadie trabajando.
Hay playas que invitan a un muestrario de sombrillas, las hay que piden a gritos un baño, esta no. Esta resulta una decepcion, se ve llena de restos de marea y basura, el mar parece furioso y no invita a nadar. No hay nada ni nadie a la vista asi que nos comemos unos bollitos y volvemos a subir a la moto para reanudar camino.
Esta decide no arrancar. Aunque me desgaste el dedo dandole al boton de arranque, el veredicto es claro, la moto no pitufa.
Y se vuelve mucho peor cuando comienza a salir humo. Con escasa dignidad y con la cabeza suficiente como para coger la mochila, nos alejamos un poco hasta que deja de salir humo y podemos respirar mas tranquilos. Intento arrancarla a pedal y no logró nada mas que sudar de la manera mas tonta. Estamos ocultos de la vista de la carretera asi que cuando la situacion se normaliza saco la moto a empujones cuesta arriba por tierra, arena y barro hasta la sombra mas cercana a la carretera, por donde no pasa precisamente mucho trafico.
Afortunadamente en un fogonazo de brillantez conservamos la tarjeta del hotel. Llamo y explicamos el problema pero no se indicar donde estamos. Toca improvisar. Me acerco a un local del que salen voces, es una especie de local juvenil con sofas y televisores donde 4 crios cantan en un karaoke, una tradicion popular muy arraigada por lo que hemos descubierto. Lo hacen en publico e incluso en el hogar para castigo de sus vecinos. Interrumpo el pseudoguateque y cedo el telefono para que se comuniquen entre el hotel y un chaval que parece mas atrevido pese a que su inglés sea muy limitado. Prueba a arrancar la moto siguiendo las indicaciones y logra arrancarla a pedal (la muy P***) pero para nuestro alivio o desgracia, vuelve a salir humo. El hotel nos pide esperar mientras llama a la asistencia en carretera. Nos tememos lo peor y nos armamos de paciencia.
Al cabo de un rato indeterminado aparece un vietnamita en moto, sin casco y con sandalias que se interesa por nosotros, habla con los chavales, logra arrancar la moto a patada y si humo y nos indica que le sigamos. Nos despedimos entre reverencias, sonrisas y fotos de los niños cantores y seguimos a nuestro salvador. Por donde el va, nosotros tambien, lo cual implica seguirlo de arcen a arcen invadiendo el carril contrario y circular por la acera hasta detenernos en el patio de una casa donde se mezclan restos de reparaciones y algo de herramienta. Mientras nos echamos algo mas de crema ya que el sol pega fuerte y soy de piel delicada, el presunto mecanico descubre el corazon de la moto y para consternacion nuestra, todo el cableado esta quemado y requemado, casi crujiente. El artista no habla ni una palabra de algo que no sea vietnamita y se afana en sanear el cableado sin reparar en gastos de cinta aislante, la unica herramienta medianamente moderna que parece tener. Desconozco por completo como se lo va a abonar la propietaria de la moto pero este pais funciona todavia muy bien basandose en la confianza.
El Hai Van Pass
Al cabo de 20 minutos arrancamos la moto y nos volvemos a tirar a la carretera. No hay mucha distancia hasta el desvio que afortunadamente está indicado en ingles, por una parte, el Hai Van Pass, por otra el tunel que lo evita. Escogemos bien, pasamos por debajo del puente del peaje y giramos en una amplia curva hacia el este para comenzar subir poco a poco por la ladera de una montaña, casi en direccion norte. A nuestra izquierda está la laguna de Lang Co, a la derecha el monte, de frente toda la playa de Lang Co. De repente giramos una curva a derechas y donde esperabamos ver el mar de China en toda su extension, en su lugar aparece otro monte que se adentra a modo de peninsula afilada en el mar. Es el paso que tenemos que salvar, el extremo oriental de la cordillera Truong Son. Y ahi vamos cuesta arriba, entre multitud de arboles y naturaleza virgen, no hay señales de vida humana, ni poblados ni casa alguna. La carretera es bastante motera, son 21kms de curvas, salvando el hecho de que el asfalto es lamentable y las curvas son bastante traicioneras. La moto sufre aun cuando no le pidamos grandes esfuerzos, no hay casi tráfico y vamos a nuestro ritmo tranquilo.
Para acabar de joder el dia, llevo una camara de accion para grabar la ruta y en un momento de la subida decide comprobar la teoria de la gravedad estrellandose contra el suelo. No funciono mas. Suerte que no le habia cogido mucho cariño, acababamos de conocernos. Las imagenes se ven en el video, la llevaba en el casco y éste, por cedido, se echaba para atrás de continuo grabando mayormente el cielo azul que nos daba cobijo.
De curva en curva llegamos al punto que divide el paso, la antigua linea divisoria entre los reinos de Champa y Dai Viet. Es reconocible por la cantidad de puestos de recuerdos para turistas, cuyos vendedores se lanzan como alimañas para que les compremos algo mientras malaparcamos la moto. Nos hacemos entender rapidamente que no vamos a comprar nada y vamos a hacer turismo.
No hay mucho que visitar, solo disfrutar de las vistas, al frente y a la espalda, bosque y monte, a los lados, la larga linea de la costa que se extiende de sur a norte.
Afean un poco el paisaje las lineas de alta tension que comunican el norte y el sur y los consabidos puestos de madera, tela y chapa para asalto a los turistas. Hay tambien una antigua torre de vigilancia o quizas de comunicaciones que se asemeja a la puerta de una muralla y amenaza ruina. Se supone que hay señales de disparos, recuerdos de una guerra pasada, no tan presente en el pais como esperabamos. Tambien hay un pequeño bunker de la misma epoca, sin nada reseñable. Podemos considerarnos afortunados, este paso es famoso por la niebla que surge del mar anegandolo todo y sin embargo el dia es radiante, con un cielo huerfano de nubes alla donde miremos.
Nos volvemos a poner en marcha, cuesta abajo hacia Da Nang. Para disfrutar de la experiencia, nos permitimos el lujo de apagar la moto y descender dejando la moto ir por el sinuoso asfalto que imita una serpiente azabache en la ladera de la montaña verde.
Por el camino vemos una procesion que se encamina a un monasterio a todas luces budista y casi sin querer, nos zambullimos de nuevo en la locura circulatoria de una ciudad vietnamita, aumentada en este caso por la mayor entidad de Da Nang.
Da Nang - Hoi An, que no pare la fiesta
Vamos tocando de oido, ya que el plano no nos sirve para nada para orientarnos en esta ciudad de hormigon, cristal y ladrillo, asi que desciframos como podemos los carteles y seguimos camino sur hasta que nos vemos forzados a detenernos porque estamos en mitad de ninguna parte, rodeado de calles asfaltadas sin apenas viviendas y sin saber donde acabaremos. Por supuesto, con rotondas en todas partes. Hasta aqui ha llegado la plaga.
Nos detenemos en una farmacia impecable situada en una larga avenida desierta, sita en el unico edificio de mas de una planta que hay en toda la manzana. Quien atiende no conoce una palabra de ingles pero galantemente llama a su hija que nos indica la direccion, saltando de rotonda en rotonda hasta volver a primera linea de playa. En esta ocasion es la playa de Da Nang, conocida en su dia por tener la mayor base aerea estadounidense del pais y ser lugar de descanso de muchos soldados durante la contienda. China Beach era su nombre en la epoca.
La descubrimos con el mismo desencanto que encontramos en Lang Co Beach, es otra playa de aguas rabiosas, vacia por completo y sin ninguna infraestructura turistica. Quizas en otras areas las haya, aqui solo hay calles urbanizadas nuevas sin casas, despobladas de toda vida.
No estamos muy lejos de la otro punto de interes, las montañas de marmol, cinco muñones de monte que surgen anacronicas de la planicie habitada. Y la mierdamoto que no quiere arrancar. No es la primera vez que estamos sujetos a los caprichos de la bateria de una moto pero con esta en particular me veo capaz y muy cercano de cogerla y tirarla al mar. O dejar que se prenda fuego y bailar desaforado a su alrededor.
Ni a la carrera ni con el pedal logramos arrancarla. Tampoco hay mucha gente que nos pueda ayudar.
Y los pocos que hay nos dejan mas desconcertados de lo que estamos. Una pareja con pinta de asiaticos, no sabriamos decir de donde pero con el irrenunciable aire de turista se acerca a nosotros y nos regala una flor. Nos miramos los cuatro, no hablamos ningun idioma comun, nos sonreimos, nos hacemos pequeñas reverencias y cada uno por su lado, ellos siguen deambulando y nosotros odiando nuestra moto. Pero con una flor. Quien iba a pensar que la moto que no frenaba y sonaba a roto era la buena...
Sorprendentemente en un momento de lucidez la moto arranca. Nos subimos a ella y ni montañas de marmol ni la musica en pravia, no queremos sufrir más percances, vamos rumbo sur siguiendo la linea de la costa que se ve oculta por resorts turisticos de lujo separados por descampados a medio construir, camino de nuestro destino.
Dejaremos las grutas, cuevas, cavernas y pagodas de las montañas de marmol para la proxima vez.
Todavia una vez mas tentamos a la suerte y nos paramos a repostar, tenemos que entregar la moto llena. La gasolina es ligeramente mas barata que en Europa y el consumo ha sido pequeño, 3 litros para 140kms, pero tambien es mas de medio deposito.
Tras unas cuantas patadas en vano logramos arrancar, triste vida esta en la que estamos sujetos a los caprichos de una moto ególatra.
Hoi An
Abandonamos la sucesion de grandes avenidas despobladas para girar hacia el oeste, el interior del pais, por carreteras estrechas y sin marcar para casi sin aviso llegar a Hoi An, que se anuncia con casas bajas y mucha vida en las calles. No tenemos plano ninguno, solo una direccion escrita en un papel donde entregar la moto y recoger las mochilas.
Nos la jugamos a ir al centro, esperando encontrar algo de informacion turistica. Era de esperar que no ibamos a encontrar nada similar. Pero si nos zambullimos en la intensa vida de un pueblo que se ha vendido al turismo pero que esta muy lejos de perder su esencia y sabor. Las tiendas invaden las aceras, algunas hasta la carretera, hay gente por doquier y mucho colorido en el mercado central, rebosante de vida.
Perdidos como vamos cruzamos el rio y vemos que nos salimos de la ciudad por otro lado por lo que me adentro en el hotel de mayor lujo que veo y pregunto por nuestra buscada direccion. Me facilitan la fotocopia de otro plano dibujado a mano y con eso y unas someras indicaciones nos volvemos a poner en marcha. Y llegamos, gracias a que Hoi An no es muy grande. Suerte que en Vietnam respetan los numeros de las casas porque pasamos por delante y no nos imaginamos que es ahí donde tenemos que entregar la moto y recoger las mochilas. Esperabamos un hotel, una casa de huespedes,quizas una tienda de servicios turisticos o incluso una agencia de viajes pero no una sastreria como las otras miles que hay en el pueblo.
Entramos y nos damos a conocer, nos ofrecen un té, una botella de agua, unas toallitas humedas, nos sacan el catalogo de prendas que pueden hacer y nos entregan nuestras mochilas intactas con un lacito naranja cada una, supongo que las etiquetas identificativas no han llegado todavia a este pais.
Nos resulta curioso que no comprueban nada en la moto, se ofrecen a llevarnos al hotel y ahi vamos en tandas al mas puro estilo local, el piloto, yo y dos mochilas, sin apenas oponer resistencia pero agarrandome a la moto con uñas y dientes.
En el siguiente envio llega Ale y su mochila, nos despedimos y podemos respirar tranquilos, dejar que la calma nos invada. Tenemos una sensacion parecida a cuando finalizamos un viaje largo, nos corre por el cuerpo la euforia de haber vencido a la vida, al fin y al cabo hemos sobrevivido a un largo dia de sol y carretera en Vietnam.
Que nos quiten lo bailao, ahora vamos a comernos Hoi An a bocados...